Desde que era niño he vivido luchando contra las imposiciones
del cruel destino, buscando un lugar donde curar las heridas sangrantes del
alma en el que poder llorar en silencio por los recuerdos olvidados.
He intentado construir espejos de piedra que reflejaran
falsas imágenes del paso del tiempo, pero sólo he podido llenar la habitación
de miles de relojes de arena.
He vagado por cientos de ciudades abandonadas en países sin
nombre, repletas de sociables fieras e infames humanos, pero sólo he conseguido
desgastar las suelas de mis viejos zapatos.
Y ahora, en la decrepitud de una vida malgastada, acobardado por
los espectros del pasado y oyendo la triste melodía de una siringa, aguardo el
momento del último hálito, con la fiel compañía de una adusta familia de ratas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario