Llevaba varias horas a su lado y casi no había pronunciado ninguna palabra más desde ese lacónico "sígueme".
Su paso era audaz y decidido, lo que me hacia creer que había repetido ese mismo camino con otros como yo.
Después de cruzar un riachuelo de aguas transparentes, llegamos a una hondonada en el bosque cubierta por un manto de hierba salvaje.
Allí volvió a pronunciar varias palabras.
Me dijo que ya habíamos llegado y que debía cerrar los ojos.
Lo hice y sólo escuché el disparo.
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