Guardar en la mochila aquel estuche
nacarado, los trozos de cristal de un viejo retrato, el disco de canciones
paganas que nos regaló el confesor, la llave oxidada de una hucha vacía y los
lirios secos envueltos en el pañuelo lagrimado.
Volver a la habitación y perdonarte una vez más,
¿para qué?,
mejor te dejo mi
corazón disecado y emprendo una nueva historia.
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