Y al cerrar los ojos para dormir, vuelvo a recordar
aquella dulce canción que hablaba de sueños corrompidos, amores desechados y
lugares que destruir.
Aún dormido, puedo oír su pausada melodía, que
acompaña las frases emitidas por amantes despechados, niños encabronados y
artistas del dolor.
Y al despertar, me encuentro rodeado de un coro de
miles de flores oxidadas, domadores de pulgas sin oficio y artesanos de espadas
de papel; y todos ellos cantando a voz en grito la canción.
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