Al conocernos me prometiste que viviríamos la gran historia
de amor, que disfrutaríamos por siempre de la luna de miel en Mompracem.
Al estar juntos me jurabas que el mundo bailaría a nuestro
compás, que tocaríamos eternamente la melodía dulce de la pasión.
En la mañana en que al acercarnos a la alameda, por fin me diste
la mano, fui feliz, porque creía en todas tus promesas.