“Este se va a enterar de lo que vale un peine” o algo parecido fue
lo que iba farfullando el camarero, en un inglés americano, mientras salía de
detrás de la barra y se dirigía a la puerta del bar.
Al momento, lo vi regresar,
acompañado de dos adustos hombres que iban embutidos en ropajes de cuero.
Cuando llegaron a mi lado, sin decir nada, me levantaron de la silla, y me han traído
en volandas al almacén.
Ahora me miran sonriendo, y yo no sé cómo decirles que
quien le tocó el culo al camarero fue el chico de la mesa de al lado.