Recluida en el pozo seco, pronto se
callará, y con la llegada de la noche se dormirá para siempre.
Hasta que llegue
ese momento, y a pesar del frío otoñal, permaneceré junto al brocal
despidiéndome de ella, para después, marcharme a casa.
Allí, al calor de la
chimenea, me esperará mi querida madre, con la cena preparada, a la que nunca
podré perdonar que arrojara en ese hoyo, a mi, según ella, “sucia y vieja muñeca”