Pero ya nada sería igual, lo supe
desde el momento mismo en el que colgaba el teléfono, después de haber recibido
una llamada en la que sólo dijeron que ya me tocaba a mí.
A la mañana
siguiente, cuando saliera de casa para ir a trabajar no podría dejar de
sobresaltarme ante cualquier ruido o movimiento que antes me pasaba
desapercibido.
Desde que he oído ese mensaje, sólo me queda una cosa, esperar
el sitio y la hora en que ocurrirá.
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