Tampoco me iré a casa para escuchar de nuevo que exagero, que son pequeñas bromas y que pronto acabará.
Esta vez no.
Hoy, llegaré hasta el balcón del mar, a escuchar las olas y respirar la sal, a beberme el viento y gritarle al sol.
Hoy, es el día en el que voy a aprender a volar, o al menos a descansar.