lunes, 12 de enero de 2015

Dos metros

Inmediatamente pedí que cerraran la tapa del ataúd, ya que no quería que nadie más pudiera ver que el cadáver se había movido. Mientras lo hacían, me puse a gritar de manera exagerada para sofocar cualquier ruido que pudiera surgir del interior y supliqué que me dejaran a solas para poder despedirme por última vez.

Ahora, con la mirada oculta tras unas enormes gafas negras, veo como el féretro recorre sus últimos dos metros hasta el fondo del hoyo, y siento, que tengo que hacer un gran esfuerzo para no gritar, de pura felicidad, que por fin soy libre para siempre.

sábado, 10 de enero de 2015

Mi infancia

Los recuerdos que tengo de mi infancia nunca han dejado de ser tenebrosos.

Sigue dentro de mí aquel rincón del patio del colegio desde el que, en absoluta soledad, veía jugar a mis compañeros, tanto, como aquella gélida y lóbrega habitación donde dormía.

Me acuerdo del oxidado juguete que había recogido de la basura y del pan duro que acompañaba la comida que nos iban regalando.

Sigo teniendo presente esos días de frío intenso, en los que las raídas mantas apenas cubrían el cuerpo de mis hermanos pequeños, y no añoro, para nada, aquellos períodos de canícula, en los que trabajaba, bajo un sol abrasador, las tierras de otros por unas lastimeras monedas–.

Al contarle todo esto al doctor, creo que le será más fácil comunicarme que, a partir de ahora y poco a poco, la enfermedad del olvido irá creciendo dentro de mí.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

La navidad


Me nombraron custodio del dolor extremo y amante de la negra amargura, me cubrieron de ropajes oscuros  y me abrumaron con silentes palabras de humillación.

Me abandonaron en un campo de batalla repleto de cuerpos en descomposición y me obligaron a ponerme al frente de una hueste de tullidos y deformes, para que los guiara en sus ansias de venganza.

Ahora hemos llegado a nuestro destino y actuaremos como verdugos, sin piedad, para acabar con sus rijosas vidas y apoderarnos de todo lo que nos han exigido.


martes, 23 de diciembre de 2014

El bar

Este se va a enterar de lo que vale un peine” o algo parecido fue lo que iba farfullando el camarero, en un inglés americano, mientras salía de detrás de la barra y se dirigía a la puerta del bar.

Al momento, lo vi regresar, acompañado de dos adustos hombres que iban embutidos en ropajes de cuero.

Cuando llegaron a mi lado, sin decir nada, me levantaron de la silla, y me han traído en volandas al almacén.

Ahora me miran sonriendo, y yo no sé cómo decirles que quien le tocó el culo al camarero fue el chico de la mesa de al lado.


viernes, 12 de diciembre de 2014

La recompensa


Cuando era sólo un niño y me alejaron de mi hogar, me prometieron que si les obedecía y llegaba al final de mi travesía, allí encontraría la recompensa que cualquier persona anhelaba.

Después, sin más muestras de humanidad, me acompañaron al inicio de un sendero desgastado, donde me dieron un viejo mapa borrado y una brújula sin aguja, al tiempo que me llenaban los bolsillos de pesadas piedras que carecían de valor.

Al comenzar a caminar, me gritaron que el trayecto sería siempre llano y uniforme, pero pronto comprendí su falacia, pues desde el principio tuve que ir superando una pendiente continua, que me iba guiando a través de abruptos barrancos y de piedras afiladas.

Ya han pasado muchos años desde ese día, y yo he cumplido con mi deber, pero ellos, desde su lejana hipocresía, me abandonaron a mi suerte en este emplazamiento, y la única compensación que me ha hecho la vida, ha sido ver llegar la muerte, cansado y en plena soledad.

lunes, 8 de diciembre de 2014

La cita

Había escrito cien veces: te quiero.
Había utilizado treinta idiomas distintos.
Había pegado veinte fotografías en la pared.
Había colocado diez ramos de flores sobre la cama.
Había preparado cinco canciones lentas para bailar juntos.
Había organizado una velada mágica que jamás podría olvidar.

 Estaba orgullosa de su trabajo, y sólo deseaba que él, al verlo todo, también se emocionara, pero antes tenía que despertarlo de los efectos del cloroformo.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Tres días

Es curioso como la profecía que pronunció el viejo de mirada agotada se había hecho realidad.

La lanzó en el instante en el que el soldado introducía un sucio puñal bajo sus costillas y con ello provocaba que la vida se le fuese escapando a través de un exiguo chorro de sangre.

Sus palabras estaban carentes de cualquier crítica o reproche, y sólo transmitían una resignación hacía la mansedumbre del ser humano.


Por eso hoy, cuando han pasado tres días y el calor del verano ha secado la tierra manchada de rojo, y al tiempo que nuestras encallecidas manos siguen cavando las fosas, volvemos a oír su voz anunciando, que con esa actitud pusilánime, los soldados volverían; y aquí están, divertidos, mientras apuntan sus armas a nuestras cabezas.