lunes, 15 de agosto de 2016

Lágrimas de sangre

Tú avidez en el amor me acercó hasta la puerta de los recuerdos extinguidos, y al atravesarla, por fin te he podido abandonar.

He brindado con vino atabernado bajo el viejo ciclamor en el que solía descansar el gato de angora que adornaba mi cuello en las tardes de invierno.

He caminado entre miles de moscas hambrientas que, ignorando mi presencia, continuaban su festín de intestinos humanos esparcidos por el camino de baldosas amarillas.

He sobrevolado escenas de guerras antiguas, con batallas a medio construir, en las que cientos de soldados sin bandera esperaban, hastiados, la orden definitiva que les llevara a morir.

He bailado canciones de amor con duendes expatriados y corridos mexicanos con trece princesas adictas a los polvos blancos y curas de Naxolona.

He llorado por la lluvia meona que cayó en Veracruz y por los vientos de bolina que arrastraron naves hacia arrecifes de acero y cristal.

Pero al girar la cabeza y encontrarte a mi lado, mi cuerpo abandona la huida y sólo puede llorar lágrimas de sangre.

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