lunes, 4 de agosto de 2014

Dudas

Posiblemente tenía razón el ermitaño que me aconsejaba que no me adentrara en esta espesa selva de arboles retorcidos y sonidos extraños.

Quizás debí obedecer a las señales talladas en estelas funerarias que me rogaban que no avanzara por las ciénagas de lodo glutinoso.

Puede ser que el eco que escuchaba de forma reiterada, advirtiéndome de sufrimientos y castigos, fuese el último aviso para que regresara a la rutina de una vida mediocre diseñada para mí.

Es posible que la flecha que me han clavado en la espalda y que me transmite un veneno de lento efecto se convierta en mi única y leal compañera.

Tal vez debiera dejar de perseguir al lobo etíope de tres ojos que me aúlla si observa que me alejo demasiado.

Acaso deba dejar de arrastrar el cadáver corrompido del camarada al que encadenaron a mis pies.

Probablemente lo mejor para todos sea que dé el salto definitivo por el despeñadero que acabo de dejar atrás.

Todo esto que voy pensando una y otra vez puede plantearme alguna duda, pero sé que tengo la certeza absoluta de que jamás volveré a su lado.


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