sábado, 16 de agosto de 2014

La lucha

Acabo de dejar en el suelo la oxidada espada con la que he atravesado el corazón de un adversario tan fuera de lugar como yo.

En el momento en el que nos encontramos en este cruce de caminos y nos miramos a los ojos, ambos pudimos ver el alma vacía e inhóspita del contrario y supimos que, fuese cual fuese el resultado de la lucha, ninguno resultaría vencedor.

Pero, una vez que contemplo su cuerpo inerte vertiendo la sangre cálida sobre la tierra seca, sé que los dos, anhelábamos ese destino.

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