jueves, 17 de septiembre de 2015

El descanso

Las campanas tañen por tercera vez desde que nos retiramos a nuestras celdas, y el temblor que se apodera de mi cuerpo me recuerda que pronto oiré el ruido de sus pasos arrastrados acercándose.

Volverá a susurrar mi nombre cuando haya cerrado la puerta y, en la oscuridad, sentiré como cae su ropa antes de tenderse a mi lado.

Después, querrá musitar en mi oído algunas palabras para convencerme de la generosidad y ternura de sus actos…

Pero no lo podrá hacer, no lo dejaré, porque, en ese instante, introduciré en su garganta la vieja navaja de mi padre, para luego cortar su arrugado miembro, y al fin, con el suave ritmo del gorgoteo de su sangre, dormir tranquilo.

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