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viernes, 7 de abril de 2017

En esta nueva ciudad

Y la verdad, no me siento tan extraño en esta nueva ciudad.

Caminando entre los escombros y avionetas de metal, respirando un humo negro o pisando la mezcla de barro, sangre y orín que hay bajo mis pies.

Dibujando en las paredes viejos planes de fuga, frases vulgares que no me dejaron gritar o escuchando los quejidos y lamentos de una decrépita caterva.

Observando con mirada transparente este cielo ocre que anticipa la lluvia ácida que nos permitirá beber.

Sonriendo, sin familia ni amigos con los que disimular, ni jefes ni falsos dioses ante los que capitular.

Arrojando a cada paso las absurdas cargas con las que cubrieron mis hombros.
Y durmiendo, a descubierto y en paz, con los dulces sonidos en mi interior de un alma cansada y abatida.

En verdad lo siento así, por fin me encuentro feliz en esta nueva ciudad.

viernes, 19 de agosto de 2016

Los cinco sentidos

Comenzó a despertarse y a sentir una la ligera modorra que le llamaba a acudir, subyugado, a los brazos del sueño.

Podía  sentir, lejanos, los recuerdos de la batalla, en la que se mezclaron gritos de vacuas proclamas que camuflaban el miedo y la cobardía; sonidos metálicos de armas enfrentadas; ráfagas sibilantes de balas atravesando carne humana y gritos desesperados de jóvenes bisoños que intentaban contener chorros de sangre sobre los que viajaban a su trance final.

Consciente de su nariz partida, comenzó a aspirar el acre olor de la muerte revuelto con el hediondo aroma a sangre y excrementos de los intestinos a medio descuajar.

Notaba, a su espalda, el braceo exhausto de compatriotas que, aplastados, luchaban por alcanzar una pizca de aíre para sus pulmones sentenciados.

En su boca, repleta de dientes partidos, pólvora quemada y blasfemias diversas, comenzaba a formarse el dulce sabor de la anhelada victoria.

Sus ojos, por fin abiertos, se fijaron en un sol que brillaba ajeno al absurdo deseo de una especie en inmolarse por cualquier dogma artificial, y al llegar la figura que tapó la vista, sólo sintió la nada. 

jueves, 17 de septiembre de 2015

El descanso

Las campanas tañen por tercera vez desde que nos retiramos a nuestras celdas, y el temblor que se apodera de mi cuerpo me recuerda que pronto oiré el ruido de sus pasos arrastrados acercándose.

Volverá a susurrar mi nombre cuando haya cerrado la puerta y, en la oscuridad, sentiré como cae su ropa antes de tenderse a mi lado.

Después, querrá musitar en mi oído algunas palabras para convencerme de la generosidad y ternura de sus actos…

Pero no lo podrá hacer, no lo dejaré, porque, en ese instante, introduciré en su garganta la vieja navaja de mi padre, para luego cortar su arrugado miembro, y al fin, con el suave ritmo del gorgoteo de su sangre, dormir tranquilo.

lunes, 16 de marzo de 2015

La última esperanza

Abro los ojos y me veo, tumbado entre heces y sangre, sobre un suelo embarrado, y noto un intenso ardor en la espalda que me recuerda los latigazos recibidos.

Fui capaz de aguantar consciente hasta el instante en el que el tirano vertía la mezcla de sal y vinagre sobre mis heridas.

No puedo moverme, pero en la penumbra acierto a ver a mis compañeros de asonada, algunos encadenados a la pared, otros tumbados en el suelo con sus miembros fracturados y los más débiles, amontonados en un rincón a la espera de ser enterrados.

Y mientras me acerco a la oscuridad de un sueño definitivo, puedo oír una mezcla de quejidos, llantos y aullidos espeluznante, que acompaña un pensamiento final hacía nuestros seres queridos, para los que fuimos la última esperanza.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Canción de la vida

Me ha tocado jugar a la vida con el traje del eterno perdedor.

Me han llamado del infierno para que me olvide de alguien a quien amé.

Me han arrastrado la cara por una sucia alfombra de clavos y espinas.

Me han enviado a mi casa cien libros escritos con sangre que derramé.

Me han encerrado en mis miedos para que nunca escapara de la soledad.

Y han dejado pasar los años sin que nada cambiara, me señalaron al nacer… y muero sin rencor.

lunes, 19 de enero de 2015

La travesía de la nada

Lleva siglos caminando sin rumbo fijo, soportando sobre su espalda la culpa de todo aquello que nunca realizó.

Puede ver cómo se van apartando las fieras a su paso, el sabor agrio que adquiere el agua de los ríos que atraviesa y la mirada de desprecio de cualquier ser que comparta su estirpe.

No ha podido arrancarse la pesada cadena que primitivos dioses ciñeron a su cuello, ni borrar de su piel, las huellas de antiguas torturas.

Ha perdido toda esperanza de redimir su pasado, y las lágrimas de sangre que brotan de sus ojos, van yermando la tierra sobre la que caen.

En este tiempo ha aprendido, con total seguridad, que el suplicio interno por todo lo vivido jamás desparecerá, y que el único destino que alcanzará para descansar será el orco.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Tres días

Es curioso como la profecía que pronunció el viejo de mirada agotada se había hecho realidad.

La lanzó en el instante en el que el soldado introducía un sucio puñal bajo sus costillas y con ello provocaba que la vida se le fuese escapando a través de un exiguo chorro de sangre.

Sus palabras estaban carentes de cualquier crítica o reproche, y sólo transmitían una resignación hacía la mansedumbre del ser humano.


Por eso hoy, cuando han pasado tres días y el calor del verano ha secado la tierra manchada de rojo, y al tiempo que nuestras encallecidas manos siguen cavando las fosas, volvemos a oír su voz anunciando, que con esa actitud pusilánime, los soldados volverían; y aquí están, divertidos, mientras apuntan sus armas a nuestras cabezas. 

miércoles, 2 de julio de 2014

La prisión

Hoy he recorrido por primera vez la prisión donde pasaré el resto de mis días. La humedad y el silencio de las profundidades donde se encuentra se ven acompañadas de los gritos y lamentos de miles de moribundos que se apelmazan por sus rincones. Las ratas hace tiempo que han pasado de comer los restos corrompidos de vidas humanas desaparecidas a saborear las carnes purulentas de los penados que abandonaron una pugna inútil contra su fortuna. 
Voy arrastrando unas extrañas cadenas que alguien clavó en mis huesos, mientras dejo un rastro de sangre coagulada que me servirá de guía para regresar sobre mis pasos. El olor nauseabundo de las heces acumuladas, de alimentos hediondos y aguas descompuestas se ha vuelto delicioso, y la oscuridad permanente no afecta a unos ojos quemados a hierro.
Continúo con mi solaz paseo, sin temor ni espanto, muy tranquilo y en paz total, después de todo, fui yo quien mandó construir este lugar.