Volvemos a encontrarnos al final de nuestras vidas y aun así
somos incapaces de perdonar ese error infantil que nos marcó para siempre.
No cruzamos ninguna mirada y nos mostramos incapaces de
pronunciar alguna palabra de perdón o arrepentimiento.
Y mientras mantenemos esta falsa pose de aplomo y orgullo, en
nuestro interior van surgiendo vanos deseos de volver atrás y corregir aquellos
actos sin sentido.
Pero ninguno lo logrará, y seguiremos avanzando por los
caminos estériles que nos alejaron de todo lo amado y que nunca nos permitirán reconciliarnos
con nosotros mismos.