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lunes, 19 de septiembre de 2016

El burócrata

Me despierto tranquilo, con el brazo derecho apoyado en la silla de enea en la que reposa la cuchara que me regalaste el día de tu partida.

Mientras me levanto y aflojo la goma, escucho a través de las paredes, el tarareo monótono de una alboreá que anticipa una muerte lenta y dolorosa.

Una tonada que me recuerda que afuera me aguarda, paciente, el desconocido del traje de sarga gris que se acercó ayer para darme la nueva.

Un ser acostumbrado a la lenta espera que precede a su rutinario trabajo de limpieza de seres prescindibles para las élites de nuestra sociedad.

Una labor que realizará con la excelencia del burócrata bien entrenado y con la exquisitez del operario que huye de una existencia fútil.

Pero antes de todo me voy a mear…