martes, 29 de julio de 2014

El teatro

El interminable pasillo al que me condujo un vulgar Caronte y por el que he vagado durante años, me ha llevado como punto final a un escenario de tragedia griega.

Al acercarme al proscenio he podido ver una orquesta de titanes que interpretan una terrible melodía de tristeza y aflicción.

Al fondo, en la cávea puedo ver sentados a cientos de amantes, separados por láminas de hierro oxidadas, que esperan la llegada de una catarsis purificadora de sus hipócritas almas.

Sobre ellos, con un brillo cegador, miles de luminarias irradian su energía sobre las reliquias de los falsos santos. 

Y mas allá del teatro no existe más que la oscuridad infinita, y por ello sé que debo realizar la mejor pantomima, porque será mi última actuación.


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