-Hoy parece que ella tiene la voz todavía más dulce que ayer-
pienso, a pesar de que nunca he visto su
rostro, pero imaginándomela con ángel, como a una persona bella y amable.
Sé
que no debo hacerme ilusiones, que nunca contestará a ninguna de mis preguntas
y que, probablemente, hable del mismo modo con otros hombres.
Pero todo eso me
da igual, porque, al fin y al cabo, pensar en ella es lo único que alivia mi
espera, en esta sucia mazmorra donde cumplo condena.
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