Mostrando entradas con la etiqueta habitación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta habitación. Mostrar todas las entradas

jueves, 13 de septiembre de 2018

Querida hermana


Ayer estuve recorriendo los restos abandonados y semiderruidos de lo que una vez fue nuestro hogar.

Paseé por el jardín de rosas y el laberinto de boj que se habían convertido en una espesura oscura y salvaje de espinos, abrojos y zarzal.

Me asomé a la vieja cocina en donde nos arremolinábamos al calor de esa acogedora chimenea de la que ahora sólo emana mugre y hedor.

Intenté subir por la desvencijada escalera de madera que conducía a los espacios que nos tenían prohibidos, pero me lo impidió ella misma al mantener en pie tres o cuatro peldaños medio carcomidos.

Peregriné por toda la casa sin apenas sentir alguna emoción, sentimiento o recordar a alguien conocido…

…hasta que he pensado en ti, hermana mía.

Fue al entrar en tu habitación y encontrar medio quemada y tirada en el suelo a tu querida muñeca, reposando justo en el mismo lugar donde hace años te enterré.

En ese momento sí, por fin pude esbozar una sonrisa de felicidad.


martes, 2 de febrero de 2016

La letanía

Subir de nuevo a la habitación y recoger algunas cosas.

Guardar en la mochila aquel estuche nacarado, los trozos de cristal de un viejo retrato, el disco de canciones paganas que nos regaló el confesor, la llave oxidada de una hucha vacía y los lirios secos envueltos en el pañuelo lagrimado.

Volver a la habitación y perdonarte una vez más,

¿para qué?,

mejor te dejo mi corazón disecado y emprendo una nueva historia.

miércoles, 1 de abril de 2015

La soga

Desde aquí arriba puedo ver el desorden en el que conviven los objetos de mi habitación.

Veo un antiguo diario en el que sólo escribí las palabras principio y fin, unos juguetes de madera medio rotos y unos viejos discos de algún grupo olvidado.

También se puede ver, entreabierta, la maleta de cuero con la que regresé al hogar. Aún mantiene en su interior el sucio uniforme que me obligaban a utilizar a diario, junto a la camisa ensangrentada de una pelea perdida y el reloj de cuerda que un día robé.

En el suelo, arrinconados, se encuentran el colchón de muelles reventados donde duermo, una sucia manta medio deshilachada y la cuchara de plata que me regalaste, en donde mezclo el polvo blanco y el marrón.


Así, observándolo todo, y con media sonrisa, sólo espero que la cuerda que me ciñe el cuello sea capaz de aguantar el peso y que todo termine, al fin.