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jueves, 13 de septiembre de 2018

Querida hermana


Ayer estuve recorriendo los restos abandonados y semiderruidos de lo que una vez fue nuestro hogar.

Paseé por el jardín de rosas y el laberinto de boj que se habían convertido en una espesura oscura y salvaje de espinos, abrojos y zarzal.

Me asomé a la vieja cocina en donde nos arremolinábamos al calor de esa acogedora chimenea de la que ahora sólo emana mugre y hedor.

Intenté subir por la desvencijada escalera de madera que conducía a los espacios que nos tenían prohibidos, pero me lo impidió ella misma al mantener en pie tres o cuatro peldaños medio carcomidos.

Peregriné por toda la casa sin apenas sentir alguna emoción, sentimiento o recordar a alguien conocido…

…hasta que he pensado en ti, hermana mía.

Fue al entrar en tu habitación y encontrar medio quemada y tirada en el suelo a tu querida muñeca, reposando justo en el mismo lugar donde hace años te enterré.

En ese momento sí, por fin pude esbozar una sonrisa de felicidad.


viernes, 12 de diciembre de 2014

La recompensa


Cuando era sólo un niño y me alejaron de mi hogar, me prometieron que si les obedecía y llegaba al final de mi travesía, allí encontraría la recompensa que cualquier persona anhelaba.

Después, sin más muestras de humanidad, me acompañaron al inicio de un sendero desgastado, donde me dieron un viejo mapa borrado y una brújula sin aguja, al tiempo que me llenaban los bolsillos de pesadas piedras que carecían de valor.

Al comenzar a caminar, me gritaron que el trayecto sería siempre llano y uniforme, pero pronto comprendí su falacia, pues desde el principio tuve que ir superando una pendiente continua, que me iba guiando a través de abruptos barrancos y de piedras afiladas.

Ya han pasado muchos años desde ese día, y yo he cumplido con mi deber, pero ellos, desde su lejana hipocresía, me abandonaron a mi suerte en este emplazamiento, y la única compensación que me ha hecho la vida, ha sido ver llegar la muerte, cansado y en plena soledad.

martes, 21 de octubre de 2014

Un sueño, nada más



Esperó hasta dormirse y soñó con otra Navidad, en otro lugar y con otra compañía; soñó, con los días pasados con amigos recorriendo las calles tras una vieja pelota; soñó, con las dulces meriendas al regreso de la escuela; y soñó, con que mañana, al despertar, no tendría que rescatar a ningún niño más de entre los restos escombrados de su hogar.

lunes, 20 de octubre de 2014

El paraíso

en el paraíso, aquí me tienes, esperando tu llegada...
Me he marchado, por fin, de la sucia y decadente ciudad donde vivía, para  llegar caminando hasta un edén particular.

Es un lugar que fue borrado de todo mapa y donde se puede encontrar en sus calles a trabajadores de cuello azul que charlan de forma animada con un payaso de fama olvidada, a filósofos desencantados que son incapaces de soltar la botella que les salvó la vida, a religiosos que caminan de espaldas mientras lanzan blasfemias a los dioses que un día les abandonaron y a protagonistas de cuentos azules tumbados en la acera, apurando su último cartucho de heroína.

Una urbe silenciosa donde se pueden oír los gemidos lastimeros de niños que buscan algún sentido a una existencia que no reclamaron al tiempo que cantan tristes melodías escuchadas en oxidados aparatos de radio.

Un cielo particular donde, con hastío, oler la sutil decadencia que desprenden sus callejones de basura acumulada durante años, y el dulce aroma que emana de las flores corrompidas que han sido depositadas, sin orden, sobre las tumbas mal cavadas de antiguos tiranos de cuello blanco.

Es una villa elísea que acoge a cualquiera que sea como tú y como yo, a cualquiera que no encuentra su lugar en ningún sitio o a cualquiera que quiera ser olvidado para siempre.


Yo, ya he llegado a este hogar, y ahora, sereno y sin prisa, te esperaré a ti.

martes, 12 de agosto de 2014

Hogar

Llevamos navegando apenas una horas y, aunque parezca extraño, ya siento que todos mis compañeros de travesía se van a convertir en la familia que siempre he anhelado.

Cuando nos llamaron para que acudiéramos al puerto, ninguno preguntó el motivo, sólo nos bastaba saber que esa iba a ser la única posibilidad que tendríamos de escapar de un mundo al que no pertenecíamos.

Todos hemos dejado atrás miles de historias de abuso y subyugación, de espacios huecos que se llenaron de aquello que no deseábamos pero que nos impusieron y de seres para los que sólo fuimos meros espectadores en sus vidas.

Ahora, mientras el salitre que transporta la brisa del océano va posándose en nuestra piel, y el sol que se atisba entre los nubarrones va calentando nuestros rostros felices, sólo nos queda esperar, relajados, la llegada a nuestro destino, a ese islote donde por fin podremos ser nosotros mismos y sentirnos verdaderamente en casa.