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lunes, 21 de septiembre de 2015

La mina

Sin saber el porqué, he vuelto a bajar a la vieja mina donde quemé mi juventud.

He recorrido galerías medio derruidas y túneles sin explorar, y no he encontrado ningún atisbo de nostalgia ni lastima por una vida que desperdicié.

En mi peregrinar, me he encontrado con un bello gato de ojos cerrados que no muestra extrañeza ante mi presencia.

A su lado, puedo observar como el lento discurrir del agua filtrada ha ido creando vías de escape hacia el interior de la montaña, y que estas se convierten en el rumbo que debo seguir.

Mientras camino, oigo el sonido silbante del viento que recorre las cavidades y como se va mezclando con antiguas reverberaciones de gritos y golpes humanos en una lucha desigual por arrancar de las profundidades algún sucio metal.

Después de horas descendiendo, he llegado hasta una pequeña oquedad en la que una inmensa roca me impide continuar y donde decido descansar.

Entonces pienso que hace tiempo que dejé de prestar atención al camino que he seguido hasta llegar a este lugar, y que ya me sería imposible regresar al exterior.

Pero no estoy preocupado, porque  aquí sentado, mientras acaricio el suave pelo de mi compañero, tengo la certeza de que entré en la mina para no salir nunca más, para quedarme por toda la eternidad.

domingo, 24 de agosto de 2014

Ofrenda

Ofrenda
Todavía se dejaban ver los últimos rayos de sol de un día que agonizaba en el momento en el que me introducía en las entrañas de la cueva donde moraba el monstruoso ser al que mi pueblo temía de una manera atroz.

Había sido el predilecto de los dioses para servir de ofrenda a una irracional criatura a la que nadie había visto jamás pero a la que las sagradas palabras de los sacerdotes investían de un halo misericordioso hacia nuestras débiles vidas si le venerábamos de forma absoluta.

Mi apatía y resignación, hacia un destino que habían elegido para mi, produjo caras de extrañeza entre los demás pobladores de la villa, pero tras sus ojos pude observar la satisfacción egoísta de no ser los elegidos para la ofrenda.

Por mi parte, una vez que la entrada a la gruta había sido sellada y que la oscuridad me envolvía, sentado en una fría roca, esperando, sólo pienso en la persona a la que un día defraudé.