Mostrando entradas con la etiqueta villa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta villa. Mostrar todas las entradas

lunes, 20 de octubre de 2014

El paraíso

en el paraíso, aquí me tienes, esperando tu llegada...
Me he marchado, por fin, de la sucia y decadente ciudad donde vivía, para  llegar caminando hasta un edén particular.

Es un lugar que fue borrado de todo mapa y donde se puede encontrar en sus calles a trabajadores de cuello azul que charlan de forma animada con un payaso de fama olvidada, a filósofos desencantados que son incapaces de soltar la botella que les salvó la vida, a religiosos que caminan de espaldas mientras lanzan blasfemias a los dioses que un día les abandonaron y a protagonistas de cuentos azules tumbados en la acera, apurando su último cartucho de heroína.

Una urbe silenciosa donde se pueden oír los gemidos lastimeros de niños que buscan algún sentido a una existencia que no reclamaron al tiempo que cantan tristes melodías escuchadas en oxidados aparatos de radio.

Un cielo particular donde, con hastío, oler la sutil decadencia que desprenden sus callejones de basura acumulada durante años, y el dulce aroma que emana de las flores corrompidas que han sido depositadas, sin orden, sobre las tumbas mal cavadas de antiguos tiranos de cuello blanco.

Es una villa elísea que acoge a cualquiera que sea como tú y como yo, a cualquiera que no encuentra su lugar en ningún sitio o a cualquiera que quiera ser olvidado para siempre.


Yo, ya he llegado a este hogar, y ahora, sereno y sin prisa, te esperaré a ti.

domingo, 24 de agosto de 2014

Ofrenda

Ofrenda
Todavía se dejaban ver los últimos rayos de sol de un día que agonizaba en el momento en el que me introducía en las entrañas de la cueva donde moraba el monstruoso ser al que mi pueblo temía de una manera atroz.

Había sido el predilecto de los dioses para servir de ofrenda a una irracional criatura a la que nadie había visto jamás pero a la que las sagradas palabras de los sacerdotes investían de un halo misericordioso hacia nuestras débiles vidas si le venerábamos de forma absoluta.

Mi apatía y resignación, hacia un destino que habían elegido para mi, produjo caras de extrañeza entre los demás pobladores de la villa, pero tras sus ojos pude observar la satisfacción egoísta de no ser los elegidos para la ofrenda.

Por mi parte, una vez que la entrada a la gruta había sido sellada y que la oscuridad me envolvía, sentado en una fría roca, esperando, sólo pienso en la persona a la que un día defraudé.