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lunes, 23 de octubre de 2017

El balcón del mar

Vuelve a pedirme que le empuje, pero salgo corriendo antes de que termine de hablar. Me conozco demasiado bien el jueguecito de recuperar la mochila y quienes serán los que disfrutarán con él.

Tampoco me iré a casa para escuchar de nuevo que exagero, que son pequeñas bromas y que pronto acabará.


Esta vez no.


Hoy, llegaré hasta el balcón del mar, a escuchar las olas y respirar la sal, a beberme el viento y gritarle al sol.


Hoy, es el día en el que voy a aprender a volar, o al menos a descansar.

lunes, 21 de septiembre de 2015

La mina

Sin saber el porqué, he vuelto a bajar a la vieja mina donde quemé mi juventud.

He recorrido galerías medio derruidas y túneles sin explorar, y no he encontrado ningún atisbo de nostalgia ni lastima por una vida que desperdicié.

En mi peregrinar, me he encontrado con un bello gato de ojos cerrados que no muestra extrañeza ante mi presencia.

A su lado, puedo observar como el lento discurrir del agua filtrada ha ido creando vías de escape hacia el interior de la montaña, y que estas se convierten en el rumbo que debo seguir.

Mientras camino, oigo el sonido silbante del viento que recorre las cavidades y como se va mezclando con antiguas reverberaciones de gritos y golpes humanos en una lucha desigual por arrancar de las profundidades algún sucio metal.

Después de horas descendiendo, he llegado hasta una pequeña oquedad en la que una inmensa roca me impide continuar y donde decido descansar.

Entonces pienso que hace tiempo que dejé de prestar atención al camino que he seguido hasta llegar a este lugar, y que ya me sería imposible regresar al exterior.

Pero no estoy preocupado, porque  aquí sentado, mientras acaricio el suave pelo de mi compañero, tengo la certeza de que entré en la mina para no salir nunca más, para quedarme por toda la eternidad.