lunes, 16 de junio de 2014

El albergue

No recuerdo cómo ni cuándo llegué a este destartalado albergue habitado por engendros y despojos de la humanidad. Voy recorriendo sus angostos pasillos, serpenteando entre seres de toda ralea y objetos inanes y moribundos. Paso al lado de la princesa del cuento y observo la jeringuilla de su brazo mientras que una vieja desdentada le ofrece sexo con fingida ternura. A sus pies se arrastra un perro ciego con la boca cosida con alambre. Me cruzo con un hombre sin rostro que intenta tocar una guitarra desencordada para escapar de su amargura. Llego a una habitación repleta de ruedas en movimiento, bajo un mar de bombillas reventadas y anzuelos de los que cuelgan corazones secos y abandonados. Veo mi rostro mancillado en el reflejo de espejos rotos, con ojos si vida y piel cuarteada. Busco un espacio donde holgar mi cuerpo inútil porque, aunque nunca sepa el lugar en el que me encuentro, tengo la certeza de que al fin he encontrado mi sitio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario