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viernes, 24 de julio de 2015

Ginebra seca

Hoy, al mirar mi reflejo en el sucio espejo de enfrente, he recordado a aquel hombre de profundas arrugas y semblante hastiado, que, apoyado en el rincón más oscuro del bar, apuraba un tiempo prestado, en largos tragos de la ginebra más seca.

Al mirarlo, podías ver en sus ojos, sanguinolentos, un dolor de admitida culpabilidad que nunca le abandonaría.

En su voz, quebrada por el humo del eterno cigarrillo que sostenían sus temblorosos dedos, escondía certezas de una vida cruel y cientos de consignas  sensatas que ninguna persona seguiría jamás.

Nadie hablaba con él, pero todos callábamos ante cualquiera de sus escasas intervenciones o en el momento en el que, tras dejar un billete arrugado y ajustarse el sombrero, se marchaba en un respetuoso silencio.

martes, 23 de diciembre de 2014

El bar

Este se va a enterar de lo que vale un peine” o algo parecido fue lo que iba farfullando el camarero, en un inglés americano, mientras salía de detrás de la barra y se dirigía a la puerta del bar.

Al momento, lo vi regresar, acompañado de dos adustos hombres que iban embutidos en ropajes de cuero.

Cuando llegaron a mi lado, sin decir nada, me levantaron de la silla, y me han traído en volandas al almacén.

Ahora me miran sonriendo, y yo no sé cómo decirles que quien le tocó el culo al camarero fue el chico de la mesa de al lado.