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lunes, 3 de noviembre de 2014

Nuestro momento

El muñeco fue el primero en cerrar los ojos y sonreír, después le seguimos los demás.

Lo hicimos tras oír las palabras del maniquí que nos anunciaba que, por fin, había llegado el día en el que las palabras escritas a fuego en libros sagrados empezarían a hacerse realidad.

El cielo, anhelado por algunos, se tornará negro y el aire, que hasta hoy aspirábamos, se volverá denso y maloliente, irrespirable.

Jamás se volverá a beber agua limpia y habrá que conformarse con tragar los líquidos putrefactos que se vayan encontrando por el camino.

Quizás ahora, los humanos piensen que llegó el juicio final, pero lo que habrá llegado es el tiempo de los espantajos.

lunes, 20 de octubre de 2014

El paraíso

en el paraíso, aquí me tienes, esperando tu llegada...
Me he marchado, por fin, de la sucia y decadente ciudad donde vivía, para  llegar caminando hasta un edén particular.

Es un lugar que fue borrado de todo mapa y donde se puede encontrar en sus calles a trabajadores de cuello azul que charlan de forma animada con un payaso de fama olvidada, a filósofos desencantados que son incapaces de soltar la botella que les salvó la vida, a religiosos que caminan de espaldas mientras lanzan blasfemias a los dioses que un día les abandonaron y a protagonistas de cuentos azules tumbados en la acera, apurando su último cartucho de heroína.

Una urbe silenciosa donde se pueden oír los gemidos lastimeros de niños que buscan algún sentido a una existencia que no reclamaron al tiempo que cantan tristes melodías escuchadas en oxidados aparatos de radio.

Un cielo particular donde, con hastío, oler la sutil decadencia que desprenden sus callejones de basura acumulada durante años, y el dulce aroma que emana de las flores corrompidas que han sido depositadas, sin orden, sobre las tumbas mal cavadas de antiguos tiranos de cuello blanco.

Es una villa elísea que acoge a cualquiera que sea como tú y como yo, a cualquiera que no encuentra su lugar en ningún sitio o a cualquiera que quiera ser olvidado para siempre.


Yo, ya he llegado a este hogar, y ahora, sereno y sin prisa, te esperaré a ti.