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viernes, 8 de mayo de 2015

La siringa


Desde que era niño he vivido luchando contra las imposiciones del cruel destino, buscando un lugar donde curar las heridas sangrantes del alma en el que poder llorar en silencio por los recuerdos olvidados.

He intentado construir espejos de piedra que reflejaran falsas imágenes del paso del tiempo, pero sólo he podido llenar la habitación de miles de relojes de arena.

He vagado por cientos de ciudades abandonadas en países sin nombre, repletas de sociables fieras e infames humanos, pero sólo he conseguido desgastar las suelas de mis viejos zapatos.

 Y ahora, en la decrepitud de una vida malgastada, acobardado por los espectros del pasado y oyendo la triste melodía de una siringa, aguardo el momento del último hálito, con la fiel compañía de una adusta familia de ratas.

domingo, 20 de julio de 2014

El náufrago

No sé cómo he podido llegar a este trozo de tierra y desconozco el tiempo  que ha pasado desde que me desplomé sobre el asfalto abrasador de la autopista. Mi mente trata de recordar quien soy, y para ello no me queda mas salida que revisar los restos del naufragio que se esparcen a mi alrededor.
Cada objeto que recojo me va diciendo algo de mí, pero también hace que me suma en un mayor desconcierto, arrojando luz sobre lo desconocido, peso a mis espaldas y una sensación de ruina y fracaso.
He visto un libro escrito en trece idiomas con las hojas manchadas de sangre fresca, un espejo roto que refleja el lado oculto de mi cara y una marioneta de felpa con una soga al cuello. 
También me he topado con una camisa de fuerza con un estampado de flores, una botella vacía con pequeñas criaturas en su interior y un cohete cargado de espinas con la mecha encendida. 
Veo moverse una estatua de piedra buscando una sombra fresca y un reloj de cuco marcando las tres. 
Oigo lamentos de niños salir de una foto enmarcada con alambre de espino y pájaros que cantan desde el fondo del mar. 
Piso cristales rotos que desprender olor a hierba mojada y me quemo con las brasas ígneas de hogueras sin llamas que renacen una y otra vez. 
Veo emerger ante mí cientos de bloques de hormigón que arrastran cintas funerarias con las palabras depravación y maldad repetidas una y otra vez. 
Tengo deseos de parar a descansar, pero mis pies ulcerosos y los latigazos de mi espalda me obligan a seguir rebuscando aquello que sé que no encontraré.