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lunes, 16 de marzo de 2015

La última esperanza

Abro los ojos y me veo, tumbado entre heces y sangre, sobre un suelo embarrado, y noto un intenso ardor en la espalda que me recuerda los latigazos recibidos.

Fui capaz de aguantar consciente hasta el instante en el que el tirano vertía la mezcla de sal y vinagre sobre mis heridas.

No puedo moverme, pero en la penumbra acierto a ver a mis compañeros de asonada, algunos encadenados a la pared, otros tumbados en el suelo con sus miembros fracturados y los más débiles, amontonados en un rincón a la espera de ser enterrados.

Y mientras me acerco a la oscuridad de un sueño definitivo, puedo oír una mezcla de quejidos, llantos y aullidos espeluznante, que acompaña un pensamiento final hacía nuestros seres queridos, para los que fuimos la última esperanza.

domingo, 20 de julio de 2014

El náufrago

No sé cómo he podido llegar a este trozo de tierra y desconozco el tiempo  que ha pasado desde que me desplomé sobre el asfalto abrasador de la autopista. Mi mente trata de recordar quien soy, y para ello no me queda mas salida que revisar los restos del naufragio que se esparcen a mi alrededor.
Cada objeto que recojo me va diciendo algo de mí, pero también hace que me suma en un mayor desconcierto, arrojando luz sobre lo desconocido, peso a mis espaldas y una sensación de ruina y fracaso.
He visto un libro escrito en trece idiomas con las hojas manchadas de sangre fresca, un espejo roto que refleja el lado oculto de mi cara y una marioneta de felpa con una soga al cuello. 
También me he topado con una camisa de fuerza con un estampado de flores, una botella vacía con pequeñas criaturas en su interior y un cohete cargado de espinas con la mecha encendida. 
Veo moverse una estatua de piedra buscando una sombra fresca y un reloj de cuco marcando las tres. 
Oigo lamentos de niños salir de una foto enmarcada con alambre de espino y pájaros que cantan desde el fondo del mar. 
Piso cristales rotos que desprender olor a hierba mojada y me quemo con las brasas ígneas de hogueras sin llamas que renacen una y otra vez. 
Veo emerger ante mí cientos de bloques de hormigón que arrastran cintas funerarias con las palabras depravación y maldad repetidas una y otra vez. 
Tengo deseos de parar a descansar, pero mis pies ulcerosos y los latigazos de mi espalda me obligan a seguir rebuscando aquello que sé que no encontraré.