viernes, 12 de diciembre de 2014

La recompensa


Cuando era sólo un niño y me alejaron de mi hogar, me prometieron que si les obedecía y llegaba al final de mi travesía, allí encontraría la recompensa que cualquier persona anhelaba.

Después, sin más muestras de humanidad, me acompañaron al inicio de un sendero desgastado, donde me dieron un viejo mapa borrado y una brújula sin aguja, al tiempo que me llenaban los bolsillos de pesadas piedras que carecían de valor.

Al comenzar a caminar, me gritaron que el trayecto sería siempre llano y uniforme, pero pronto comprendí su falacia, pues desde el principio tuve que ir superando una pendiente continua, que me iba guiando a través de abruptos barrancos y de piedras afiladas.

Ya han pasado muchos años desde ese día, y yo he cumplido con mi deber, pero ellos, desde su lejana hipocresía, me abandonaron a mi suerte en este emplazamiento, y la única compensación que me ha hecho la vida, ha sido ver llegar la muerte, cansado y en plena soledad.

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