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lunes, 7 de marzo de 2016

A obedecer



Hace décadas que nos sentaron unos frente a los otros para que acabáramos con aquello que comenzó tiempo atrás.


Nos dejaron…

…desnudos y en silencio, con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda con alambre de espino.

Nos cambiaron…

…las herramientas que habíamos forjado por cadenas herrumbrosas y las historias que narraron nuestros padres por libretos de instrucciones en papel.

Nos quitaron…

…el libre albedrío y se llevaron nuestras almas para enterrarlas en un lugar desconocido.

Nos advirtieron…

…que no regresarían hasta que todo hubiese acabado.



Y en este tiempo sólo hemos aprendido a obedecer.

viernes, 13 de noviembre de 2015

La hora señalada

El reloj marca, por fin, la hora de los mortecinos.

Mis pies, ajados, se han detenido incapaces de dar un paso más en la marcha forzada hacia la exterminación.

Mis ojos, implorantes, se cierran cansados de percibir señales de dolor y angustia que emanan de seres mediocres.

Mis oídos, sangrantes, estallan con la melodía producida por las cadenas que cuelgan de estrellas fracasadas.

Mi garganta, áfona, emite los últimos acordes de la primera lengua que supimos articular.

Y mi alma, exhausta, sólo quiere desaparecer.

miércoles, 29 de octubre de 2014

El ganador

...pretendía que fuese amable y cariñoso...
La vida me ha ido mandando ordenes que no he querido acatar.

Me indicaba que la responsabilidad sobre mis actos debía llevarme a abandonar aquel pequeño trozo de tierra que había arrebatado a su anterior propietario con el golpe certero de mi maza.

Me pedía que liberara de sus cadenas a los indígenas que tenía trabajando en mis campos hasta la extenuación y que no los tratara de esa forma tan despótica.

Ha llegado a tal extremo, la vida, que incluso pretendía que fuese amable y cariñoso con las personas que formaban parte de mi familia, a las que no debía gritarles ni comportarme con ellas de forma tan violenta.

He ido escuchando a lo largo de los años su intensa amenaza de que al final pagaría con creces mi vil comportamiento, pero, la verdad, es que hoy, tumbado sobre un lecho del que no me levantaré más, mientras espero la llegada de la parca, hago memoria de esa vida, a la que no obedecí jamás, y tengo la certeza de que, en nuestra disputa, yo he sido el ganador.