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viernes, 19 de agosto de 2016

Los cinco sentidos

Comenzó a despertarse y a sentir una la ligera modorra que le llamaba a acudir, subyugado, a los brazos del sueño.

Podía  sentir, lejanos, los recuerdos de la batalla, en la que se mezclaron gritos de vacuas proclamas que camuflaban el miedo y la cobardía; sonidos metálicos de armas enfrentadas; ráfagas sibilantes de balas atravesando carne humana y gritos desesperados de jóvenes bisoños que intentaban contener chorros de sangre sobre los que viajaban a su trance final.

Consciente de su nariz partida, comenzó a aspirar el acre olor de la muerte revuelto con el hediondo aroma a sangre y excrementos de los intestinos a medio descuajar.

Notaba, a su espalda, el braceo exhausto de compatriotas que, aplastados, luchaban por alcanzar una pizca de aíre para sus pulmones sentenciados.

En su boca, repleta de dientes partidos, pólvora quemada y blasfemias diversas, comenzaba a formarse el dulce sabor de la anhelada victoria.

Sus ojos, por fin abiertos, se fijaron en un sol que brillaba ajeno al absurdo deseo de una especie en inmolarse por cualquier dogma artificial, y al llegar la figura que tapó la vista, sólo sintió la nada. 

lunes, 16 de marzo de 2015

La última esperanza

Abro los ojos y me veo, tumbado entre heces y sangre, sobre un suelo embarrado, y noto un intenso ardor en la espalda que me recuerda los latigazos recibidos.

Fui capaz de aguantar consciente hasta el instante en el que el tirano vertía la mezcla de sal y vinagre sobre mis heridas.

No puedo moverme, pero en la penumbra acierto a ver a mis compañeros de asonada, algunos encadenados a la pared, otros tumbados en el suelo con sus miembros fracturados y los más débiles, amontonados en un rincón a la espera de ser enterrados.

Y mientras me acerco a la oscuridad de un sueño definitivo, puedo oír una mezcla de quejidos, llantos y aullidos espeluznante, que acompaña un pensamiento final hacía nuestros seres queridos, para los que fuimos la última esperanza.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Caminando

He llegado más lejos de lo que quisieron dejarme, y aún mantengo la sonrisa triste del eterno perdedor.

Me he levantado deprisa de todos los golpes recibidos, pero aún no he superado el dolor profundo de alguna traición.

Y aunque he recibido algún abrazo en la distancia, todavía me sangran las heridas de batallas perdidas.

Pero a pesar todo esto, y de que mis lágrimas hayan regado la tierra por donde caminé, nada ni nadie podrá impedir que siga avanzando en busca de mi sueño.

lunes, 30 de junio de 2014

La enfermedad

La enfermedad se ha extendido por todo mi cuerpo sin posibilidad alguna de detenerla. Mi lucha contra su ansia devoradora ha quedado reducida a una espera de lo inevitable. 
Sé que el final que me aguarda es todo aquello que desprecio desde mi puericia, que me convertiré en un apestado entre mis congéneres. Ellos no saben nada, desconocen mi afección, pero ya empiezan a mirarme de reojo, de una manera inquisitiva, preguntándose sobre qué será lo que está transformando mi ser. 
No dejaré que descubran la verdad, y por eso, al alborear, cuando despierten, me habré marchado de nuestro hogar sin despedirme y sin ningún deseo de volver. Buscaré aquel refugio, lóbrego y tenebroso, donde pude pasar los exiguos instantes de satisfacción de mi existencia, para aguardar la venida del desenlace de esta plaga atroz. 
Ya no puedo hacer nada más, por desgracia me convertiré en un ser humano.


miércoles, 23 de abril de 2014

Un sueño (microrrelato)

Frente a mi se encontraba un muro de piedra, extraño, imposible de saltar. Al volver la vista pude observar minúsculos seres que danzaban al son de una música inaudible. Sobre la mesa yacía un animal desollado cuyos ojos me miraban fijamente. Al fondo, una mujer sin rostro me hacía señas para que la acompañara mientras caminaba hacia atrás. Quise moverme, pero mis piernas no me respondían y al fijarme en ellas, vi que solo eran huesos atrapados en una hoguera... Y al despertar, por fin, había comprendido mi vida.