martes, 12 de agosto de 2014

Hogar

Llevamos navegando apenas una horas y, aunque parezca extraño, ya siento que todos mis compañeros de travesía se van a convertir en la familia que siempre he anhelado.

Cuando nos llamaron para que acudiéramos al puerto, ninguno preguntó el motivo, sólo nos bastaba saber que esa iba a ser la única posibilidad que tendríamos de escapar de un mundo al que no pertenecíamos.

Todos hemos dejado atrás miles de historias de abuso y subyugación, de espacios huecos que se llenaron de aquello que no deseábamos pero que nos impusieron y de seres para los que sólo fuimos meros espectadores en sus vidas.

Ahora, mientras el salitre que transporta la brisa del océano va posándose en nuestra piel, y el sol que se atisba entre los nubarrones va calentando nuestros rostros felices, sólo nos queda esperar, relajados, la llegada a nuestro destino, a ese islote donde por fin podremos ser nosotros mismos y sentirnos verdaderamente en casa.

jueves, 7 de agosto de 2014

Huellas

Vuelvo la vista atrás y, en mi pasado, sólo quedan las huellas efímeras de unos sueños agonizantes, que se desplomaron, inanes, en su primer enfrentamiento con una vida irreal.

lunes, 4 de agosto de 2014

Dudas

Posiblemente tenía razón el ermitaño que me aconsejaba que no me adentrara en esta espesa selva de arboles retorcidos y sonidos extraños.

Quizás debí obedecer a las señales talladas en estelas funerarias que me rogaban que no avanzara por las ciénagas de lodo glutinoso.

Puede ser que el eco que escuchaba de forma reiterada, advirtiéndome de sufrimientos y castigos, fuese el último aviso para que regresara a la rutina de una vida mediocre diseñada para mí.

Es posible que la flecha que me han clavado en la espalda y que me transmite un veneno de lento efecto se convierta en mi única y leal compañera.

Tal vez debiera dejar de perseguir al lobo etíope de tres ojos que me aúlla si observa que me alejo demasiado.

Acaso deba dejar de arrastrar el cadáver corrompido del camarada al que encadenaron a mis pies.

Probablemente lo mejor para todos sea que dé el salto definitivo por el despeñadero que acabo de dejar atrás.

Todo esto que voy pensando una y otra vez puede plantearme alguna duda, pero sé que tengo la certeza absoluta de que jamás volveré a su lado.


martes, 29 de julio de 2014

El teatro

El interminable pasillo al que me condujo un vulgar Caronte y por el que he vagado durante años, me ha llevado como punto final a un escenario de tragedia griega.

Al acercarme al proscenio he podido ver una orquesta de titanes que interpretan una terrible melodía de tristeza y aflicción.

Al fondo, en la cávea puedo ver sentados a cientos de amantes, separados por láminas de hierro oxidadas, que esperan la llegada de una catarsis purificadora de sus hipócritas almas.

Sobre ellos, con un brillo cegador, miles de luminarias irradian su energía sobre las reliquias de los falsos santos. 

Y mas allá del teatro no existe más que la oscuridad infinita, y por ello sé que debo realizar la mejor pantomima, porque será mi última actuación.


domingo, 20 de julio de 2014

El náufrago

No sé cómo he podido llegar a este trozo de tierra y desconozco el tiempo  que ha pasado desde que me desplomé sobre el asfalto abrasador de la autopista. Mi mente trata de recordar quien soy, y para ello no me queda mas salida que revisar los restos del naufragio que se esparcen a mi alrededor.
Cada objeto que recojo me va diciendo algo de mí, pero también hace que me suma en un mayor desconcierto, arrojando luz sobre lo desconocido, peso a mis espaldas y una sensación de ruina y fracaso.
He visto un libro escrito en trece idiomas con las hojas manchadas de sangre fresca, un espejo roto que refleja el lado oculto de mi cara y una marioneta de felpa con una soga al cuello. 
También me he topado con una camisa de fuerza con un estampado de flores, una botella vacía con pequeñas criaturas en su interior y un cohete cargado de espinas con la mecha encendida. 
Veo moverse una estatua de piedra buscando una sombra fresca y un reloj de cuco marcando las tres. 
Oigo lamentos de niños salir de una foto enmarcada con alambre de espino y pájaros que cantan desde el fondo del mar. 
Piso cristales rotos que desprender olor a hierba mojada y me quemo con las brasas ígneas de hogueras sin llamas que renacen una y otra vez. 
Veo emerger ante mí cientos de bloques de hormigón que arrastran cintas funerarias con las palabras depravación y maldad repetidas una y otra vez. 
Tengo deseos de parar a descansar, pero mis pies ulcerosos y los latigazos de mi espalda me obligan a seguir rebuscando aquello que sé que no encontraré.


martes, 15 de julio de 2014

La lista

Un simple gesto de compasión hubiese bastado para perdonar su asquerosa indolencia, pero ya no me apetece esperar su complicidad. 
Podría buscar el modo de borrar unas palabras que se dijeron de manera despreocupada y que hirieron a quien las pronunció en lo más profundo de su ser, pero me cansé de aguardar la apostasía del desasosiego.
Quizás acercando mi cuerpo sintiera un mínimo de empatía hacia un semejante que actuó de manera crédula ante su estirpe, pero hace décadas que mi especie dejó a un lado cualquier conmiseración hacía los demás.
Tal vez podría desatender este quehacer desidioso e insignificante, pero desde la infancia me convencieron de mi inutilidad para llevar a cabo cualquier otro cometido.
O mejor aún, debería dejar de rumiar mis reflexiones, pulsar esta única tecla y proseguir con el siguiente réprobo de la lista.

viernes, 11 de julio de 2014

La guerra

La inútil batalla había terminado por hoy y lo único que podemos hacer es buscar a nuestros compañeros caídos entre los cientos de cadáveres de esas extrañas criaturas a las que nos enfrentamos. 
Luchamos sin alma ni fe, ni siquiera con esperanza de victoria, y es que sólo somos simples juguetes rotos a los que cobardes generales mueven a su antojo sobre mapas reinventados.
Además, hace varios días que la comida escasea y a mi alrededor han empezado a mirar los restos de nuestros camaradas occisos cómo algo parecido a nuestro único sustento. 
Sé que casi todos prefieren ser los próximos en caer para no tener que afrontar esa terrible elección. Casi todos, porque yo aún mantengo la confianza en poder clavar mi cuchillo en la garganta de alguno de los que decidieron jugar a la guerra apostando las vidas de otros. 
Por eso, mientras espero que el alba traiga un nuevo combate, esta noche seguiré masticando la carne fresca que recogí ayer.