lunes, 11 de julio de 2016

La familia

Paseando a tu lado me doy cuenta del tiempo que perdí buscando respuestas a las preguntas que rondaban mi cabeza.

Leí centenares de libros sagrados que ofrecían soluciones mágicas a partir de ofrendas vanas, inútiles sacrificios y devociones malencaradas.

Adopté múltiples personalidades, siempre apropiadas a lo que me exigían cretinos de cuello blanco desde inmensas oficinas alejadas del mundo real.

Estudié los grandes tratados de mentes inquietas, volúmenes repletos de fórmulas y cifras y de memorias a medio escribir por reconocidos iluminados.

Pero es ahora que mi felicidad es plena, viviendo en esta nueva tierra, inhóspita y árida, bajo un cielo plomizo y un aire de aromas sulfurosos; y rodeado por personas olvidadas, unas, que fueron expulsadas de su hogar sin motivos esclarecidos, otras, autoras de crímenes imperdonables según las normas impuestas por unos pocos imbéciles, y los más, seres anónimos que como yo, ya han encontrado en este lugar a su única y verdadera familia.

miércoles, 15 de junio de 2016

El tiempo

Aquel día de verano de 1945 no soplaba la más mínima brisa y el sol quemaba los viejos tablones de la estación.

Los gatos escondían sus escuálidos cuerpos entre chatarra y basura escapando de un calor abrasador, y las chicharras, acompasaban sus cantos al ritmo del “chuf, chuf” de la locomotora.

La gente, sudorosa, se despedía con rapidez, y yo, entre lágrimas, grité “te quiero” cuando arrancó el tren.

Hoy, en este día de otoño de 1995, con temporal de viento y lluvia, regreso a la estación, y entre acero, vidrio y hormigón, en soledad, aguardo tu llegada para disfrutar de ti, por segunda vez. 

domingo, 8 de mayo de 2016

Mompracem

Al conocernos me prometiste que viviríamos la gran historia de amor, que disfrutaríamos por siempre de la luna de miel en Mompracem.

Al estar juntos me jurabas que el mundo bailaría a nuestro compás, que tocaríamos eternamente la melodía dulce de la pasión.

En la mañana en que al acercarnos a la alameda, por fin me diste la mano, fui feliz, porque creía en todas tus promesas.

Y en ese paseo, mil veces soñado por mí, al rumor del arroyo frío, me diste aquel inolvidable beso de despedida.

domingo, 10 de abril de 2016

El dulce despertar

     Esta madrugada he vuelto a despertar en una cama extraña y mi mente intenta recordar, sin resultado, el camino que debí recorrí hasta llegar aquí.

     Las sábanas desprenden un olor agrio, mezcla de ginebra y sexo apresurado, y junto a la cama, sobre una silla destartalada, se encuentra una vela medio consumida y los restos del polvo quemado en una vieja cuchara de metal.

     Sobre el suelo de azulejos fragmentados, te veo, durmiendo, sin ni siquiera arrancar de tu brazo la goma con la que buscabas alguna vena que no hubieras quemado en estos años.

     Me arrojo de la cama, con la vana esperanza de encontrar a tu lado algún resto de la poderosa diosa que domina nuestras vidas, pero apenas que mi cuerpo nota el primer movimiento, vomita desde mi estómago un líquido oscuro que cae sobre tu cuerpo.

     Mi cabeza queda descolgada de la cama, y mientras el sopor del último cuelgue se apodera de mi cerebro, sólo acierto a preguntarme cómo habrá llegado la vela hasta la ventana, y en qué momento empezó a prender la tela manchada que alguien colocó como cortina.

lunes, 7 de marzo de 2016

A obedecer



Hace décadas que nos sentaron unos frente a los otros para que acabáramos con aquello que comenzó tiempo atrás.


Nos dejaron…

…desnudos y en silencio, con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda con alambre de espino.

Nos cambiaron…

…las herramientas que habíamos forjado por cadenas herrumbrosas y las historias que narraron nuestros padres por libretos de instrucciones en papel.

Nos quitaron…

…el libre albedrío y se llevaron nuestras almas para enterrarlas en un lugar desconocido.

Nos advirtieron…

…que no regresarían hasta que todo hubiese acabado.



Y en este tiempo sólo hemos aprendido a obedecer.

martes, 2 de febrero de 2016

La letanía

Subir de nuevo a la habitación y recoger algunas cosas.

Guardar en la mochila aquel estuche nacarado, los trozos de cristal de un viejo retrato, el disco de canciones paganas que nos regaló el confesor, la llave oxidada de una hucha vacía y los lirios secos envueltos en el pañuelo lagrimado.

Volver a la habitación y perdonarte una vez más,

¿para qué?,

mejor te dejo mi corazón disecado y emprendo una nueva historia.

martes, 19 de enero de 2016

La mochila

Después de tantos abriles desechados y apogeo del dolor, detengo por fin, un largo deambular por tierras desoladas, paisajes abrasados y horizontes en decadencia.

En este breve descanso, me atrevo a otear el contenido de la pesada mochila que cargo desde mi infancia y en ella encuentro el eco vacío de palabras y susurros desfallecidos, un viejo mapa de la isla de Lilliput, miles de voces lanzadas en plena oscuridad, coronas de espinas y tronos de sal.

También voy sacando espadas melladas, camiones sin ruedas, peces de oro y una muñeca medio quemada.

Aparece después un libro de salmos con cromos pegados sobre la cara del rey, decenas de cartas de amor sin abrir y un corazón disecado.

Y en el fondo encuentro espacios invertidos con ruido del mar, una llave oxidada, cristales de arcilla y mi gran tesoro: la pastilla de cianuro que me regalaste.

Al reemprender la marcha, la media sonrisa que dibuja mi cara me hace comprender que la mochila está aún a medio llenar.